Miserias de la Chilenidad Actual (I) Prólogo. Hermógenes Perez de Arce
Miserias de la Chilenidad Actual (I)
PRÓLOGO
Falta una estatua en la Plaza de la Constitución. Pinochet derrotó a la subversión que quería tomar el poder por las armas, pacificó el país, tuvo mano dura con la delincuencia, arregló la economía, defendió bien las fronteras y legó una democracia estable. pero no tiene estatua. En cambio, otro que arruinó al país, quiso someterlo al comunismo y lo dejó al borde de la guerra civil, y otro más que le pavimentó el camino, tienen estatuas. Falta la de Pinochet. Sería justicia.
Todavía peor, lo que la mayoría ciudadana ha hecho o permitido que se haga con su imagen y la del Gobierno Militar 1973 -1990 ha sido vergonzoso y quedará como un baldón en la historia de Chile.
Pues durante los últimos casi tres decenios esa mayoría ha ido paulatinamente renegando cada vez más de la Revolución Militar del 11 de septiembre de 1973, que fue pedida por ella, resultó exitosa y no sólo elevó de status al país en el concierto mundial, sino que influyó internacionalmente y estuvo entre las causales de que cayeran el Muro de Berlín y la Cortina de Hierro y casi desapareciera del mundo el socialismo real como forma de gobierno.
La clase política chilena, ciega a todo eso, que tarde o temprano será histórica y universalmente reconocido, se ha dedicado durante esos últimos casi 30 años, progresivamente, a culpar en forma injusta a ese gobierno revolucionario de situaciones de las cuales no fue responsable o que eran imposibles de superar de otra manera, y todo ello sin reconocerle sus logros.
Movido por la evidencia de esa falsificación histórica, terminé de escribir el año pasado una "Historia de la Revolución Militar Chilena 1973-1990", basada en la verdad, en una bibliografía de un centenar de obras y en mis propias vivencias de ese período.
Pero esa es una gota de agua en medio de un mar de libros, películas, otras publicaciones, teleseries y versiones de la izquierda, reafirmando consignas y eslóganes falsos sobre lo ocurrido. Mediante su repetición constante, ella ha logrado que eso sea lo que hoy opina la mayoría de los chilenos y del público de otros países. Pero eso no es la verdad.
Justamente a raíz de haber investigado para ese libro se fortaleció en mí el juicio favorable que siempre tuve del Gobierno Militar. Y si en 1988 voté "Sí" convencido de que un nuevo período del Presidente Pinochet sería lo que más convenía a Chile, al estudiar los hechos en profundidad esa convicción mía se ha acentuado.
Víctor Hugo escribió: "No hay nada más poderoso que una idea a la cual le ha llegado su tiempo". Pero hay algo por lo menos tan poderoso como eso: una consigna millones de veces repetida. Aunque sea falsa. Y precisamente es la consigna falsa, millones de veces repetida, lo que se ha impuesto en Chile desde 1990.
Eso ha dado respaldo de opinión pública a giros políticos aberrantes, como el que pretende justificar querellas ilegales de los gobiernos de la Concertación y de los dos de Sebastián Piñera contra exmilitares; y a una nueva jurisprudencia ilegal y arbitraria, que ha condenado a centenares de éstos a presidio y sigue sometiendo a juicio a miles de otros que enfrentaron a los grupos subversivos de los años 70 y 80.
Se ha desconocido el texto de leyes expresas y vigentes sobre amnistía, prescripción, cosa juzgada, el principio de legalidad, el principio pro reo y la presunción de inocencia, terminando en cientos de sentencias que ordenan indemnizaciones millonarias en favor de los subversivos o su descendencia.
La subsecretaria de Justicia, Lorena Recabarren, en "La Tercera", del 1° de abril de 2019, ha cuantificado y previsto en dos mil millones de dólares para los próximos cinco años, es decir, 400 millones de dólares anuales, los pagos de cargo fiscal derivados de la prevaricación de los jueces.
Si a eso se suma el monto de los ya efectuados en el pasado, que la misma subsecretaria estimó en 6.200 millones de dólares hasta 2018, se apreciará la enorme carga económica que ha significado para el país la prevaricación.
El olvido u ocultamiento de todo lo anterior, me ha llevado a calificar tal actitud como "miseria moral de la chilenidad actual", que me he propuesto denunciar.
PRÓLOGO
Falta una estatua en la Plaza de la Constitución. Pinochet derrotó a la subversión que quería tomar el poder por las armas, pacificó el país, tuvo mano dura con la delincuencia, arregló la economía, defendió bien las fronteras y legó una democracia estable. pero no tiene estatua. En cambio, otro que arruinó al país, quiso someterlo al comunismo y lo dejó al borde de la guerra civil, y otro más que le pavimentó el camino, tienen estatuas. Falta la de Pinochet. Sería justicia.
Todavía peor, lo que la mayoría ciudadana ha hecho o permitido que se haga con su imagen y la del Gobierno Militar 1973 -1990 ha sido vergonzoso y quedará como un baldón en la historia de Chile.
Pues durante los últimos casi tres decenios esa mayoría ha ido paulatinamente renegando cada vez más de la Revolución Militar del 11 de septiembre de 1973, que fue pedida por ella, resultó exitosa y no sólo elevó de status al país en el concierto mundial, sino que influyó internacionalmente y estuvo entre las causales de que cayeran el Muro de Berlín y la Cortina de Hierro y casi desapareciera del mundo el socialismo real como forma de gobierno.
La clase política chilena, ciega a todo eso, que tarde o temprano será histórica y universalmente reconocido, se ha dedicado durante esos últimos casi 30 años, progresivamente, a culpar en forma injusta a ese gobierno revolucionario de situaciones de las cuales no fue responsable o que eran imposibles de superar de otra manera, y todo ello sin reconocerle sus logros.
Movido por la evidencia de esa falsificación histórica, terminé de escribir el año pasado una "Historia de la Revolución Militar Chilena 1973-1990", basada en la verdad, en una bibliografía de un centenar de obras y en mis propias vivencias de ese período.
Pero esa es una gota de agua en medio de un mar de libros, películas, otras publicaciones, teleseries y versiones de la izquierda, reafirmando consignas y eslóganes falsos sobre lo ocurrido. Mediante su repetición constante, ella ha logrado que eso sea lo que hoy opina la mayoría de los chilenos y del público de otros países. Pero eso no es la verdad.
Justamente a raíz de haber investigado para ese libro se fortaleció en mí el juicio favorable que siempre tuve del Gobierno Militar. Y si en 1988 voté "Sí" convencido de que un nuevo período del Presidente Pinochet sería lo que más convenía a Chile, al estudiar los hechos en profundidad esa convicción mía se ha acentuado.
Víctor Hugo escribió: "No hay nada más poderoso que una idea a la cual le ha llegado su tiempo". Pero hay algo por lo menos tan poderoso como eso: una consigna millones de veces repetida. Aunque sea falsa. Y precisamente es la consigna falsa, millones de veces repetida, lo que se ha impuesto en Chile desde 1990.
Eso ha dado respaldo de opinión pública a giros políticos aberrantes, como el que pretende justificar querellas ilegales de los gobiernos de la Concertación y de los dos de Sebastián Piñera contra exmilitares; y a una nueva jurisprudencia ilegal y arbitraria, que ha condenado a centenares de éstos a presidio y sigue sometiendo a juicio a miles de otros que enfrentaron a los grupos subversivos de los años 70 y 80.
Se ha desconocido el texto de leyes expresas y vigentes sobre amnistía, prescripción, cosa juzgada, el principio de legalidad, el principio pro reo y la presunción de inocencia, terminando en cientos de sentencias que ordenan indemnizaciones millonarias en favor de los subversivos o su descendencia.
La subsecretaria de Justicia, Lorena Recabarren, en "La Tercera", del 1° de abril de 2019, ha cuantificado y previsto en dos mil millones de dólares para los próximos cinco años, es decir, 400 millones de dólares anuales, los pagos de cargo fiscal derivados de la prevaricación de los jueces.
Si a eso se suma el monto de los ya efectuados en el pasado, que la misma subsecretaria estimó en 6.200 millones de dólares hasta 2018, se apreciará la enorme carga económica que ha significado para el país la prevaricación.
El olvido u ocultamiento de todo lo anterior, me ha llevado a calificar tal actitud como "miseria moral de la chilenidad actual", que me he propuesto denunciar.
Comentarios