Y si avanzamos un poco más hacia umbral de “ingresos medios internacionales” de 5,5 dólares al día (165 dólares al mes o 1.980 al año), el índice sube a 27%. Es decir unas 372 millones de personas que siguen siendo extremadamente pobres, lo cual relativiza la “salida” de los 880 millones.
Comparado con América Latina, la pobreza en China es superior a México (25,7%), Brasil (21%) o Argentina (7%), utilizando nuevamente el umbral de 5,5 dólares. Por otro lado, China está en mejores condiciones que la India, en donde el 86% viviría aún bajo ese umbral o Sudáfrica (57%), y se mantiene por debajo del promedio mundial de 46%.
Pero sin dudas la pobreza sigue siendo un problema importante y está lejos de haber sido erradicada por el “milagro económico”. Más aún, los últimos años de crecimiento han estado marcados por el aumento de la desigualdad.
El PBI per cápita (es decir el valor total de bienes y servicios producidos en el país al año dividido por la cantidad de habitantes) y ajustado por paridad de poder adquisitivo (PPP) de China se encuentra actualmente en torno a los 18.000 dólares. El valor similar es al de México (19.800) y levemente inferior al de Argentina (20.500), pero se encuentra muy por debajo de países como Estados Unidos (62.600) o Japón (42.700). Aunque, una vez más, supera con holgura a la India (7.700) o Sudáfrica (13.000).
Pero aunque el producto per cápita, un indicador que muestra qué tan grande es la “torta” a repartir entre los habitantes de un país, de China se acerca a los 20.000 dólares, los ingresos promedio están muy por debajo de eso y se ubican en torno a los 3.000 dólares, según un reporte de la revista Geopolitical Futures. Para la población urbana asciende a 4.500 dólares, pero en las zonas rurales es de apenas de 1.500 dólares.
Esto cobra aún más importancia considerando que la población urbana en China asciende al 60% (era sólo un 20% en 1949), apenas por encima del promedio global (55%) pero muy por debajo de países como Estados Unidos (81%), Japón (91%), México (79%) o Argentina (91%).
Lejos de las imágenes de los rascacielos en Shanghai y los multimillonarios chinos recorriendo el mundo saciando su apetito de exotismo, un 40% de los chinos vive aún en zonas rurales, en su mayoría trabajando en pequeñas granjas y con ingresos que en cualquier país del mundo desarrollado los ubicaría en la pobreza extrema. Se trata en muchos casos de poblaciones que comen poco y tienen un limitado acceso al agua potable y los servicios básicos.
Mientras que el 60% urbano, una masa obrera que trabaja cerca de 13 horas diarias, entre seis y siete días a la semana en condiciones deplorables de seguridad, no vive mucho mejor, aunque aún así la diferencia en el acceso a servicios básicos ha sido suficiente para aumentar la división cultural en el país.
A esto se suma una brecha cada vez más creciente entre las poblaciones costeras, dedicadas al comercio y la tecnología, urbanas y abiertas al mundo a través del Océano Pacífico, y el interior profundo de la extensa, rural y conflictiva China euroasiática.
Los rascacielos de Shanghai, postal de una China muy distintaEn ciudades como Shanghai o Beijing el ingreso medio anual de los hogares asciende a unos 6.800 dólares, valores que cercanos a los de una clase media en ascenso y coinciden con la “imagen de éxito” mostrada por el régimen chino. Pero en Gansu o la convulsionada Xinjiang, donde el gobierno mantiene un conflicto con la minoría uigur, se reduce a 2.900 y 3.200 dólares, respectivamente.
Sin duda la situación de la población china ha mejorado enormemente en las últimas décadas y especialmente a partir de 1990, pero la imagen que el gobierno intenta presentar al mundo es parcial y acotada, y los datos del Banco Mundial señalan que la campaña de reducción de la pobreza no ha tenido los éxitos esperados.
China sigue siendo un país muy pobre y con altos niveles de pobreza extrema, que se enfrenta ahora a una fuerte desaceleración del crecimiento de su economía, (con el 6% anualizado registrado en el último cuatrimestre, acaba de caer a su nivel más bajo en tres décadas) lo cual hará difícil ampliar la reducción de este flagelo, especialmente en las zonas rurales.
Esta situación se explica en gran parte por el estancamiento de su consumo interno, las expectativas de una nueva recesión global y la guerra comercial entablada con Estados Unidos, factores que plantean serias dudas sobre el bienestar social y económico de su población en los próximos años. Ante esto y con el objetivo de dar un nuevo impulso al crecimiento, Beijing impulsa cada vez más agresivamente su "Iniciativa de una franja, un camino” (BRI, en inglés), un complejo de conexiones viales, ferroviarios, fluviales y marítimas que conectan al país con Asia, Europa y África y requieren de inversiones en infraestructura en 60 países y ya está causando tensiones geopolíticas en todo el mundo.
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