JADUE PODRÍA HABER SOBREVIVIDO A STALIN
En 1952 la Gran Enciclopedia Soviética explicaba bajo la entrada «homosexualismo» lo siguiente:
El origen del homosexualismo está relacionado con las condiciones sociales diarias; para la abrumadora mayoría de personas que se permiten el homosexualismo, estas perversiones desaparecen en cuanto la persona se encuentra en un ambiente social favorable [...]
En la sociedad soviética, con sus sanas costumbres, el homosexualismo es una perversión sexual considerada vergonzosa y criminal. La legislación criminal considera el homosexualismo punible con excepción de aquellos casos en los que el homosexualismo es una manifestación de un desorden psíquico marcado
En 1933 se añadió el artículo 121 al código penal de la Unión Soviética, en el que se prohibía explícitamente la homosexualidad masculina con hasta cinco años de trabajos forzados en prisión.
No se aprobaron leyes contra el lesbianismo. Observadores occidentales estimaron que durante el régimen soviético se encarcelaron entre 800 y 1000 hombres al año por este nuevo delito.
No se conocen las razones específicas que llevaron a la aprobación de la nueva ley. Algunos historiadores han sugerido que la ley aprobada por Stalin.
Fue, al igual que la ley contra el aborto, un intento de incrementar el índice de natalidad, a la vez que conseguía mejorar sus relaciones con la conservadora Iglesia ortodoxa rusa.
Otros han indicado que, durante estos años, la propaganda soviética comenzó a representar la homosexualidad como un signo de fascismo y que el artículo 121 fue posiblemente solo un instrumento para su empleo en contra de disidentes políticos, independientemente de su orientación sexual, solidificando su oposición a la Alemania nazi que había roto su tratado con Rusia.
Recientemente, ha surgido una tercera posible razón entre los papeles y transcripciones soviéticos descalificados. Más allá de los miedos expresados sobre una vasta conspiración «contrarrevolucionaria» o fascista homosexual, hubo varios casos importantes de hombres rusos acusados de pederastia.
En 1933, 130 hombres «fueron acusados de ser ‹pederastas› –hombres adultos que tenían sexo con chicos. Debido a que no se conocen informes de la época sobre hombres que tenían sexo con chicos, es posible que el término fuera usado de forma amplia para denominar a homosexuales.»
Cualquiera que fuese la razón, la homosexualidad continuó siendo un delito criminal serio hasta que la ley fue retirada en 1993. El gobierno soviético hizo muy poca publicidad de este cambio en la ley y pocas personas parecían ser conscientes de que existía.
En 1934, el comunista británico Harry Whyte escribió una larga carta a Stalin condenando la ley y sus motivos llenos de prejuicios. Presentó una posición marxista en contra de la opresión de los homosexuales como minoría social, comparando la homofobia con el racismo, la xenofobia y el sexismo. Aunque la carta no tuvo respuesta formal, el escritor cultural soviético Máximo Gorki publicó un artículo en los periódicos Pravda e Izvestia titulado «Humanitarismo proletario» en el que parecía rechazar los argumentos de Whyte uno a uno. Rechazó la noción de que los homosexuales fuesen una minoría social y argumentó que la Unión Soviética tenía que combatirlos para proteger a la juventud y luchar contra el fascismo.
Pocos años después, en 1936, el comisario de justicia, Nikolái Krylenko, declaró públicamente que la ley en contra de los homosexuales estaba dirigida con toda razón contra las decadentes y afectadas antiguas clases dirigentes, relacionando así más estrechamente la homosexualidad y la conspiración de derechas, es decir, la aristocracia zarista y los nazis alemanes.
Así la homosexualidad se convirtió en un tema que no podía ser representado, discutido o defendido en público. Los homosexuales o bisexuales rusos que querían un puesto dentro del Partido Comunista debían casarse con una persona del sexo opuesto, independientemente de su orientación sexual. Un ejemplo notable fue el director ruso Serguéi Eisenstein que, a pesar de su homosexualidad, consiguió sobrevivir llevando una doble vida, teniendo aventuras sexuales con hombres, mientras estaba casado con una mujer, y produciendo películas que gustaban a Stalin.
La homosexualidad no solo era un crimen contra la naturaleza, sino además contra la sociedad. Los actos homosexuales eran una traición a la utopía del estado de los trabajadores y por lo tanto condenables a cinco años de trabajos forzados.
Las cifras de hombres desaparecidos en campos de trabajo tras ser condenados por homosexualidad no son conocidas, pero las detenciones masivas durante la Gran Purga garantizaron que la subcultura homosexual resultara invisible durante las siguientes cuatro décadas.
En los campos de trabajo y prisiones existía un sistema de castas entre los prisioneros, de las que la más baja se llamaba opushchenñe literalmente «descendidos» o «degradados»).
Los opushchenñe se convertían en «intocables» y debían realizar las tareas más duras y desagradables, dependiendo de la clemencia de los demás prisioneros. Violaciones individuales y en grupo de opushchenñe, y su conversión en esclavos sexuales, era común.
Los hombres que eran juzgados por el artículo 121 por homosexualidad y condenados a prisión eran clasificados automáticamente como opushchenñe. Valeri Klímov, condenado a tres años por homosexualidad, confesó a Yaroslav Mogutin que había visto asesinatos brutales de por lo menos diez homosexuales. Uno de ellos fue asesinado por diez presos que, después de violarlo numerosas veces, saltaron con los pies juntos sobre su cabeza hasta matarlo.
Sin dudas que nuestro alcalde habría sido un opushchenñe durante la dictadura de Stalin. Y en aquella sociedad que tanto añoran no habría sobrevivido.
Y hoy que dice el alcalde y aquellos que lo apoyan a este breve reportaje:
Caracas Venezuela.- “Mi mamá conoció a una señora que le comentó que estaba alquilando un apartamento. Me puse en contacto con ella y le dije que estaba interesada. Ella me preguntó que con quién pensaba vivir y le respondí que ‘con mi novia’. La señora inmediatamente respondió que no podía aceptar a parejas de este tipo, que era una residencia familiar y además vivían muchos niños, a lo que le respondí ‘pudiera pagar un poco más de lo que está pidiendo por el alquiler’. Yo pensé que de esta manera aceptaría, pero la señora nuevamente reiteró que no podía hacerlo”.
Kentsiu Flores cuenta con nostalgia que jamás pensó que por su orientación sexual le negarían una vivienda. La ilusión de Flores de residenciarse con su pareja y hacer un proyecto de vida llevaba varios meses entre sus planes y comenzó en la búsqueda de vivienda para independizarse.
A diferencia de otras naciones de la región que ya muestran avances significativos en esta materia, en Venezuela no existe reconocimiento a los derechos de la comunidad LGBTI, aseguran defensores a la Voz de América.
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