Juan Guzman el Juez
Pero Guzmán puso una lápida a su prestigio judicial cuando declaró públicamente que le daba a Pinochet la oportunidad de "probar su inocencia", siendo que éste estaba amparado constitucional y judicialmente por la presunción de inocencia. Justamente la principal obligación de Guzmán como juez y según el código era probar la culpabilidad de Pinochet, cosa que nunca hizo.
Pero eso no es obstáculo para que la actual justicia chilena condene a militares. Esa supina y confesa ignorancia jurídica de Guzmán no obstó a que obtuviera el premio internacional izquierdista "Xifras Eras".
Entonces, sin perjuicio de mirarse con respeto su fallecimiento, elevarlo a los altares judiciales parece más que excesivo.
Ha sido otra de las inexactitudes nacionales de cada día.
Ha sido otra de las inexactitudes nacionales de cada día.
Juan Guzmán, famoso por haber procesado a Pinochet, lo que le acarreó el favor de la izquierda chilena y mundial. Pero en el "caso Caravana", por el cual lo procesó, el expresidente no tuvo nada que ver y ni siquiera supo de los acontecimientos. Yo escribí el libro "La Verdad de Juicio a Pinochet" probando esto último y el historiador Gonzalo Vial, que no simpatizaba con Pinochet, pues éste le había pedido la renuncia como ministro de manera abrupta, reconoció, sin embargo: "Hermógenes Pérez de Arce publicó un lúcido y provocador análisis jurídico de las irregularidades legales y procesales cometidas (afirmaba) por el ministro Guzmán en el juicio Pinochet. Nadie recogió el guante. No era el derecho el tema fundamental que se disputaba". ("Pinochet, la Biografía", p. 693.)
No era el derecho el tema, pues quien condujo ese proceso de principio a fin fue el abogado comunista y hoy diputado Hugo Gutiérrez. Manejó a Juan Guzmán como quiso. Paradójicamente, el juez simpatizaba con Pinochet, tanto que, cuando era presidente y había pasado por Talca, donde Guzmán era ministro de Corte, éste le pidió a una hija del mandatario que consiguiera con él autografiar la foto donde ambos aparecían juntos. Pero la perspectiva de ser mundialmente famoso encandiló a Guzmán, que hizo todo lo que Gutiérrez le propuso. Por eso fue este último quien, desde la plaza Montt-Varas, anunció al país y al mundo el infundado auto de procesamiento del expresidente y entonces senador.[Don Hermogenes Perez de Arce DOMINGO, 24 DE ENERO DE 2021]
El juez Juan Guzmán, iniciador de la Gran Prevaricación Judicial que ha tenido lugar en Chile desde 1998, omitió considerar con tal de condenar al ex Presidente y creyendo que así iba a conseguir un "tenure" o cátedra vitalicia en Harvard, La Sorbonne u otra universidad inclinada a la izquierda de este mundo sometido a los eslóganes de ésta.
Pero Juanito, como yo le digo por ser "Old Georgian", terminó sólo en un oscuro decanato en una universidad menor chilena y ni siquiera pudo seguir en el Poder Judicial. ¡Marxistas malagradecidos![Don Hermogenes Perez de Arce VIERNES, 9 DE NOVIEMBRE DE 2018 ]
Es que en Chile los jueces prevaricadores han dado un verdadero “golpe de estado judicial”. Quien lo “gatilló” inicialmente fue un ministro de Corte de Apelaciones, Juan Guzmán Tapia, que al juzgar ilegalmente al entonces senador Pinochet por hechos de los cuales no era responsable (caso Caravana) tuvo éxito en procesarlo y finalmente su decisión recibió el respaldo hasta de ministros de la Suprema ¡designados con votos de la derecha! paradesaforarlo del Senado. Después de eso vino la avalancha.
Pues profundizó y generalizó la prevaricación el ministro Alejandro Solís, quien, en numerososprocesos contra uniformados que cayeron en sus manos, fue aún más allá que Juan Guzmán Tapia y prescindió descaradamente de las normas sobre debido procedimiento (ni siquiera tomaba declaración indagatoria y fotocopiaba piezas de otros expedientes); en fin, pasó por sobre el texto de leyes expresas y vigentes y de las propias pruebas aportadas al proceso, en virtud de lo cual condenó a numerosos militares a como diera lugar. Y después la mayoría de izquierda de la Corte Suprema terminó invariablemente respaldando el abandono del derecho en las instancias inferiores. [Don Hermogenes Perez de Arce JUEVES, 7 DE FEBRERO DE 2019]
Si Paola Plaza, Maritza Villalongos y Guillermo de la Barra hubieran leído el proceso que inició Juanito Guzmán Tapia en 1999, habrían comprobado que Pedro Espinoza estaba en un vehículo lejos de los hechos y Juan Chiminelli estaba en otra ciudad, Chuquicamata.
Y confirma que no lo han leido el hecho de que hayan condenado también, pero a 16 años de presidio, al exoficial Oscar Figueroa, que tampoco pudo tener parte en los fusilamientos, porque en ese momento era Fiscal en un Consejo de Guerra que estaba sesionando en Calama precisamente a la misma hora y para juzgar a los fusilados. El autor principal, que obró sin orden superior y por su cuenta, y que falleció hace poco en Punta Peuco, pero pasó la mayor parte de su vida anterior en libertad, debió esto último a que los politizados jueces, partiendo por el primero de ellos en 1999, Juanito Guzmán Tapia, tenían una meta política y no judicial: querían procesar al ex Presidente Pinochet y para eso no les servía un verdadero culpable, actuando sin orden superior.
Pero los que leímos el expediente sabemos que el culpable se presentó al Consejo de Guerra que estaba juzgando a los fusilados y le informó que les había dado muerte por haberse sublevado. Entonces el Consejo de Guerra, atónito, le exigió dejar constancia por escrito de lo que había dicho. Y no sólo la dejó, como que se añadió al expediente, sino que, con una prepotencia increíble, le comunicó en voz alta al Consejo que nunca más iba a comparecer ante él y que no lo volvieran a citar, y se marchó. Esos fueron los hechos.
La prescripción existe en todo el mundo porque en ningún país civilizado pueden ocurrir atrocidades judiciales como ésta, en que transcurridos 47 años un reexamen de los hechos pueda dar lugar a cualquier disparate, sobre todo si sobre la base de él se conceden indemnizaciones millonarias a múltiples personas.
Conocí bien los hechos al escribir el libro "La Verdad del Juicio a Pinochet", sobre ese proceso, en 2001, basado en el expediente, donde probé que el entonces presidente no había ordenado ni tenido participación en el caso ni conocimiento de las muertes que acaecieron. El historiador Gonzalo Vial reconoció la seriedad de ese texto en su biografía de Pinochet, donde dijo: "Hermógenes Pérez de Arce publicó un lúcido y provocador análisis jurídico de las irregularidades legales y procesales cometidas (afirmaba) por el ministro Guzmán en el juicio Pinochet. Nadie recogió el guante. No era el derecho el tema fundamental que se disputaba" (p. 693). Ahora se hace más obvio que no sólo no era el derecho, sino tampoco los hechos.
Los mayores escándalos judiciales contra uniformados eran, hasta hoy, condenar sin probar el delito (algo ya habitual), condenar a doce años de presidio por leer una nónima, condenar a cinco años por trasladar a una persona sana y salva de un lugar a otro, condenar a doce años por "estar ahí". Pero este nuevo horror judicial se incorpora a la categoría especial de "condenar por no estar ahí", con el agravante de que la penalidad de esa ausencia ahora ha sido alzada a la mayor de todas: cadena perpetua. Y nunca antes había quedado tan de manifiesto que los "rigurosos sentenciadores" ni siquiera habían leído el expediente.
[Don Hermogenes perez de Arce MIÉRCOLES, 20 DE MAYO DE 2020]
Y Juanito [Guzman] los sumió a ambos a sus “tinieblas del error”, refiriendo que, en octubre de 1973, 13 personas fueron ejecutadas en Copiapó por órdenes de los generales Arellano y Pinochet y a manos de la “Caravana de la Muerte” encabezada por el primero. Relata entusiasmado en la entrevista que él aplicó la eximente de responsabilidad del “miedo insuperable” a los tenientes autores materiales de las muertes de los 13 fusilados, dejándolos libres, pues si no hubieran obedecido la orden de matar habrían sido ejecutados por sus superiores.
Lástima que su versión sea completamente falsa. Cuando esos 13 fueron fusilados en Copiapó, la comitiva de Arellano todavía no había salido de Santiago. Luego ni él ni menos Pinochet tuvieron nada que ver con esas muertes. La inventada culpa de ambos fue obra de un libro de izquierda, “Los Zarpazos del Puma”, que Juanito Guzmán citó como fundamento de su fallo. Para inculpar a Arellano, el libro tuvo que falsificar la fecha del oficio del capitán que daba cuenta de las 13 ejecuciones y ponerle “17 de octubre” y no “16” que era la verdadera (pág. 150). Pero la autora del libro olvidó que en la página siguiente reproducía un oficio del comandante del regimiento de Copiapó, de fecha 16 de octubre, pidiendo al cementerio local habilitar 13 tumbas para los fusilados la noche anterior, la del 15 al 16, cuando la comitiva de Arellano estaba todavía en Santiago.
La verdadera historia fue que el abogado de algunos de los 13 presos en el regimiento de Copiapó le había advertido a su comandante que algunos de ellos estaban planeando una fuga, pues un cliente del abogado, un preso socialista ya anciano, le advirtió del plan y su temor de que los militares les dispararan y él pudiera morir. Por eso el comandante ordenó trasladar a los presos a La Serena, donde había mayores seguridades y vigilancia.
La mala fortuna quiso que el camión del traslado, en la noche del 15 al 16 de octubre, tuviera una falla en la cuesta Cardones y, según el oficio del capitán a cargo, la circunstancia fuera aprovechada por los presos para huir en la oscuridad, lo que llevó a los soldados que los custodiaban a dispararles y darles muerte. Es decir, se cumplió lo que el anciano socialista más temía.
Todo esto fue probado en el proceso y quedó claro que ni Arellano ni Pinochet siquiera sabían del caso. Pero Juanito quiso aprovechar “las tinieblas del error” para hacerse famoso hace veinte años procesando a Pinochet por eso y vuelve a aprovecharlas ahora para lucirse ante el mundo como magistrado valiente y criterioso, a través de “Le Monde Diplomatique”. Lo malo es que nada de lo que dice es verdad.
[Don Hrmogenes Perez de Arce SÁBADO, 10 DE FEBRERO DE 2018]
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